Encuentro de los profesores de Religión con nuestro Arzobispo

El sábado 1 de junio tuvo lugar el tercer encuentro del Curso 23/24 del profesorado de Religión en el Seminario Diocesano, presidido por nuestro nuevo Arzobispo D. Florencio Roselló y al que asistieron el Vicario y el Delegado de Enseñanza y más de 130 docentes de la red pública de enseñanzas de Infantil a Bachillerato.

Monseñor Roselló tuvo ocasión de dialogar durante el café con los profesores, en este primer contacto con ellos. En su homilía y en las palabras que les dirigió posteriormente quiso expresarles su gran admiración, gratitud y apoyo. Además, partiendo de su experiencia personal, les manifestó varias líneas sobre cómo pensaba él que un profesor de Religión sería y entre ellas:

  • En los centros educativos públicos son imagen de la Iglesia: porque los padres y alumnos eligen la asignatura, como los discípulos que dijeron a Jesús: “enséñanos a orar”.
  • Y eso lo pueden hacer, más que con los conocimientos, con la experiencia de vida. Así lo expresaba Pablo VI: El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos (Evangelii nuntiandi, 41)
  • Por eso la docencia de la religión, siendo un trabajo, debe considerarla el profesor de Religión como un talento, una vocación que hay que cuidar, para que no sea mera obligación o rutina, sino llenarla de cariño y corazón.
  • Igualmente, el docente de Religión actúa en nombre de la Iglesia, en comunión con el obispo, a través del vicario, del delegado, recibida por la missio o propuesta canónica, que también se debe cuidar, a través de pequeños detalles, como la visita a la parroquia cercana al centro.
  • Y el docente es formador integral en los valores del Reino de Dios, procurar la dignidad humana, la libertad y la responsabilidad, ser cercano a cada alumno para poder ayudar a su formación personal. Como dijo Concepción Arenal, “abrid escuelas y se cerrarán cárceles”, y terminó D. Florencio insistiendo a los profesores en que, pese a todas las adversidades, recordaran siempre que “no hay niños imposibles”.